En cada rincón de la Región de O’Higgins hay una historia que merece ser contada. Algunas se narran con piedras y adobe; otras, con telares, cantos, sabores o incluso con silencios que aún habitan entre los cerros y las huellas del tren. Este 24 y 25 de mayo, con motivo del Día de los Patrimonios, la región se transforma en un gran escenario cultural donde lo ancestral y lo contemporáneo se encuentran para celebrar la identidad de sus 33 comunas, a través de más de 200 actividades abiertas a la ciudadanía.

Desde el pueblo histórico de Zúñiga, en San Vicente de Tagua Tagua —donde se dará el puntapié inicial con el lanzamiento regional el sábado 24 a las 10 de la mañana—, hasta las playas de Pichilemu y los bosques de Peñuelas en Placilla, el patrimonio cobra vida en formas múltiples: en las manos de las tejedoras de trigo de Paredones, en el retumbar de los tambores circenses de los Tachuelas, en el arte de los titiriteros, en la poesía que brota al atardecer en San Pedro de Alcántara o en el aroma de una cazuela campesina cocinada a leña.

Para Cristo Cucumides, seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de O’Higgins, esta es una oportunidad de encuentro comunitario: “No solo se abren puertas de edificios, también se abren memorias, afectos, relatos familiares. Queremos que la comunidad sienta este día como propio, que lo viva, lo camine, lo escuche”.

La directora regional del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, Leslie Araya, complementa: “Tenemos una vocación patrimonial transversal. En cada feria, iglesia, museo o plaza hay rastros de lo que fuimos y somos. Por eso, hemos querido diversificar la programación y, por primera vez, entregaremos el Pasaporte Nacional de los Patrimonios, para que las personas registren su participación en cada espacio visitado”.

Una región viva: actividades para todos los sentidos

El patrimonio no es solo lo que se ve, también es lo que se escucha, se huele, se saborea. En Rengo, por ejemplo, el casco histórico se redescubre en una caminata familiar que finaliza con una exposición de autos clásicos. En Chimbarongo, los talleres de mimbre entrelazan generaciones en una práctica que ha resistido el paso del tiempo. En San Fernando, la ciudad se corre: literalmente, con la primera corrida familiar patrimonial, una iniciativa que mezcla actividad física con cultura, recorriendo lugares emblemáticos como la ex cárcel o el Museo Lircunlauta.

Para los que buscan experiencias inmersivas, la ruta de la chicha en La Estrella, con poda y zarandeo incluidos, o el trekking al Castillo Peñuelas en Placilla, ofrecen una conexión directa con los saberes locales y la naturaleza. Y si se trata de tradición oral, el canto a lo poeta —representado por José Castro “El Millahuino” en El Huique— continúa siendo una de las expresiones más potentes de la herencia campesina.

En Rancagua, más de 40 actividades marcarán la jornada. Desde exposiciones en el Cementerio N°1 hasta conciertos al aire libre en la Plaza de Los Héroes, pasando por recorridos al interior del mítico Castillo Butrón, la ciudad capital se suma con entusiasmo al mosaico cultural.

Una fiesta para reencontrarnos

A lo largo de toda la región, el Día de los Patrimonios no es solo una celebración: es una pausa colectiva para reencontrarnos con lo que somos. Es recordar que en cada empanada amasada, en cada retablo guardado en la iglesia del pueblo, en cada verso improvisado, hay una forma de resistencia y una expresión de futuro.

Es también un llamado a valorar y proteger un legado que se construye día a día, no solo con grandes obras, sino también con los gestos cotidianos que conforman nuestra identidad.

Porque el patrimonio no está solo en los libros de historia: también está en las manos de quienes hoy lo cultivan, lo enseñan y lo transmiten.

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