El pasado domingo 15 de diciembre de 2024, cerraba la última jornada del Festival Rockódromo en Plaza Sotomayor de Valparaíso. En un contexto de música para todos los gustos, logro divisar entre la multitud, con un fino traje gris y una camisa negra absoluta, al líder de la icónica banda nacional “Electrodomésticos”, Carlos Cabezas Rocuant, disfrutando la puesta en escena y la cálida recepción de quienes lo identifican y saludan como a un verdadero rockstar.

Y no es para menos. Cabezas -que está a pocos días de cumplir 70 años-, ha sido protagonista de una crónica musical con particulares episodios a lo largo de su carrera. Siempre ha sido creativo, algo introspectivo, con luces de genialidad y con la claridad suficiente para liderar este grupo que nació para remecer los cimientos de lo convencional. Porque tal como nos explica en este diálogo, los formatos y las etiquetas lo aburren, lo cansan e incluso, lo vuelven apático. 

Carlos está para otras cosas: para innovar y experimentar; para aprender de jóvenes vanguardistas, para colaborar con otros géneros artísticos, pero, principalmente, para cuestionar las dinámicas sociales que surgen desde la precariedad, la frustración y la marginalidad. Para él, son señales de un puzzle sociológico de difícil lectura, pero que abren la puerta a voces que cantan desde las entrañas de un sistema que vanagloria el éxito y la ostentación.

Porque inequívocamente, con 40 años dedicado a la música, con sus seis discos como Electrodomésticos y sus siete álbumes como solista, Cabezas siempre se da margen para buscar lo diferente, aquello que transmute su propia creatividad en virtud de un nuevo propósito musical. Esa pendiente lo mueve a crear sus propuestas de sonidos electrónicos, industriales y rockeros, incluso últimamente junto a su hija Clara, probando formatos inmersivos que buscan conectar a la audiencia con todos sus sentidos.

Parte de esta versátil y rupturista trayectoria, de sus últimas colaboraciones en películas y series de streaming, así como de su valoración del Festival Rockódromo, del espíritu de supervivencia musical, incluso del género urbano, son los ingredientes que contiene esta receta sonora preparada con delicadeza, con analítica y forzada elocuencia, por parte de su autor, el ovallino Carlos Cabezas Rocuant.

Carlos, cuéntame ¿qué te pareció este Festival Rockódromo 2024?

Encuentro que es una instancia muy destacable. Como que no nos damos cuenta del valor que tiene un trabajo desde hace mucho tiempo. Estos son 20 años y no asumimos la importancia de algo que sucede de forma anual. Acá hay una profundidad del valor intrínseco que tiene la música chilena. Este es el festival más largo del mundo y eso habla de las características de nuestro territorio, desde Arica hasta el extremo sur. Reconozco lo que han hecho todas las personas que están detrás de esto. En sus inicios, como una iniciativa que nacía desde la carencia, desde un instinto de supervivencia de lo que significa la expresión musical.

¿A qué te refieres con carencia?

A que en nuestro país tenemos una carga de pesimismo y de falta de valoración de nuestros artistas, de nuestra música, de lo que aparece desde acá, desde los escenarios. Por lo tanto, esta iniciativa de las Escuelas de Rock, me parece algo único. No sé dónde más puede existir algo similar, donde se genere un espacio relevante en una sociedad en la que el arte es algo que no mueve, más bien creo que se entiende como un lujo o como una actividad reemplazable.

¿Por qué crees que ocurre este fenómeno?

La expresión artística no tiene un reconocimiento social o cultural profundo. Normalmente uno dice “mi hijo era súper inteligente, podría haber sido ingeniero o haber sido doctor y escogió ser músico, entonces es como un lastre”. Esa es una visión caricaturesca quizás, pero que representa tangencialmente el lugar del arte en nuestros parámetros sociales.

Por lo tanto, ¿crees que Rockódromo contribuye a poner en valor a las y los músicos chilenos?

Absolutamente. Este año vinieron jóvenes becados de distintas regiones de Chile. Recuerdo de Antofagasta, Pichilemu, Chimbarongo, entre otras localidades.  Es muy emocionante ver el brillo en sus ojos al compartir con artistas de larga trayectoria. Hay un tema de reconocimiento que es fundamental en la vida de las personas. En esa línea, me quedo con la charla que hizo Andrés Godoy sobre lo que significa el espacio “Liberando Talento”. También estuvo Anita Tijoux conversando de su carrera en esta industria. O sea, imagínate lo que significa para una sociedad llevar la expresión musical ya a un nivel de defensa propia, como un instinto de supervivencia a nivel de lo más básico. Entonces es como acompañar toda esta aceleración. 

¿Crees que esta forma o metodología del festival ayuda al ecosistema?

Totalmente. Son cosas que se deben hacer para enfrentar todas las dificultades que tienen normalmente los músicos, porque cuesta mucho desarrollar una vida digna desde la expresión musical.

La música chilena, los nuevos artistas, el género urbano, ¿qué reflexión te merecen?

Cuando uno está dedicado a la música misma, no te queda mucho espacio para ir conociendo nuevas bandas. Me cuesta ir a recitales también. Es bien curioso eso, porque uno llega a esto después de escuchar todo el día diferentes sonidos. Imagínate que son diez horas con música y después necesito desconectarme, dejar de escuchar. Sobre los nuevos estilos, puedo advertir que el acceso a la expresión musical es mucho más amplio y eso lo aplaudo. Ya no pasa por estos filtros de que el arte es para seres iluminados por los dioses. Al contrario, es una actividad natural del ser humano y eso se agradece harto.

La tecnología ayuda bastante en ese sentido…

Cualquier persona con un computador puede tener acceso a herramientas para la expresión musical. Eso le ha dado voz y acceso a mucha parte de nuestra sociedad que estaba muy marginada. Ahora hay temas de análisis y de juicios sobre la calidad o no de la música urbana. Para ello hay que ver los contextos. Rescato que la gente pueda sacar una voz auténtica. Es un tema mucho más amplio, más complejo en términos sociales y culturales. En nuestra sociedad los jóvenes que salen de lugares marginales, sienten que con los aspectos materiales validan su existencia, desde la riqueza y la ostentación. Por ejemplo, sacándose una foto con el auto de último modelo. ¿Por qué llegamos a eso? 

¿Cómo se conectan estos nuevos géneros con el arte de la creación musical?

La música es solamente un vehículo del arte. La pregunta que me surge es… ¿Cuáles son los valores que hemos desarrollado como sociedad? Viéndolo desde este modelo económico capitalista que valora la competencia, que para que te vaya bien a ti, tiene que irle mal a otra persona. Es un poco esa cultura del winner, de exhibir las materialidades y a partir de ahí validar a las personas. Entonces no hay que confundirse y no detenerse en el juicio rápido sobre la expresión o cierto lenguaje musical. 

¿Qué escuchas habitualmente para inspirarte?

Principalmente estoy escuchando música cuando deseo descansar o desconectar un rato, ya que trabajo a diario en esto. Por ejemplo, últimamente he escuchado a Cristóbal Tapia de Veer, en el fondo a bandas o artistas que me saquen del lenguaje normal en el que estoy, que me ayuden a refrescar la cabeza. Otro referente es Ryūichi Sakamoto, me voy por ese lado, como de terapia auditiva. Tengo una pausa total que me lleva a los clásicos  como Claude Debussy, es decir, transito gradualmente a esos exponentes , como para limpiar la articulación auditiva, por decirlo de alguna manera.

¿En qué proyectos estás trabajando?

Hace poco terminamos de hacer la gira de presentación del discoMirar La Luz” que lo lanzamos a principio del 2024. Hicimos tres recitales: tocamos acá en el Parque Cultural de Valparaíso, en Concepción y también en Santiago. 

¿Cómo fue la recepción de la gente? ¿Qué te pareció? 

Ha sido súper bien recibido el disco. Estamos muy contentos con lo que se inició con un trabajo que se compuso en pandemia como una respuesta al aislamiento y que tiene características distintas. Tenemos esta formación con Edita Rojas, Valentín Trujillo y Masiel Reyes, con la que estamos avanzando a nuevas ideas de forma permanente.

¿En qué faceta creativa estás actualmente? 

En una etapa de máxima amplitud. Estoy muy contento con eso. Por ejemplo, he estado desarrollando proyectos musicales para películas y series. Trabajamos en la composición del single “Morir ya venció”, que es la canción estelar de la serie original “Vencer o Morir” que está ahora en Amazon. Fue un trabajo muy lindo en el que pude contar con el talento de mi hija Clara, para dar con un single a mi parecer muy bien logrado. También estuve colaborando con la serie “Antares de la Luz” que salió en Netflix hace algunos meses, ha sido un espacio creativo bien interesante.

Además en 2014 estrenaron el clip “Detrás del Alma” que fue dirigido por Pablo Larraín…

Sí, Pablo dirigió el single “Detrás del alma”, eso fue hace un tiempo. En ese minuto, todo un revuelo para nosotros. La verdad fue una gran experiencia y un mejor resultado. Aunque Pablo ya está en otra, me imagino en otra escala, desarrollando proyectos en la industria americana de los medios, me pone muy contento por lo demás. 

Debe ser un desafío trabajar con y para el mundo cinematográfico…

Totalmente, es una cosa de locos. Una de mis recientes colaboraciones fue en la serie “42 días de en la oscuridad” de Netflix; también con Sebastián Lelio para su última película. Colaborar abre espacios nuevos que probablemente no hayas imaginado, que no aparecen naturalmente cuando estás haciendo tus propias cosas, por lo tanto, ayuda a ampliar la comprensión de cuál es la identidad musical que te hace vibrar. 

¿Te consideras un enamorado de la electrónica?

Nuestra banda nace como una forma de hacer electrónica, con nuevas o viejas ideas, con un tono estilístico diferente que abrió nuevos espacios. Es parte de nuestra experiencia de vida y del lenguaje musical. Pero ahora, a raíz de una película, tuve que componer un bolero. Sufrí un poco para terminar ese disco de boleros. En el fondo, son cosas que nadie sospechaba, pero que me encantan. La creación musical te enfrenta a los temores, a las contradicciones, te lleva a lugares insospechados que mantienen activa esa sensación tan importante para el ser humano que es la curiosidad, el asombro, el descubrir cosas, el aprender, el reinventarse. Nos otorga ese impulso visceral y te enriquece la vida. Pienso que estos nuevos formatos, que tan nuevos no son, más bien son etiquetas, permiten encuadrar el proceso creativo, que es una necesidad que para mí no termina nunca.

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